Camprodon – Prats de molló
Recorrido a pie por los pasos fronterizos entre las comarcas del Ripolles y del Alto Vallespir utilizados durante el exilio. republicano (1939) y éxodo judío (1933-1945).
Antecedentes históricos
I. Prologo.
II. Caminos del exilio.
III. El fin de la guerra civil española y el exilio republicano.
IV. El éxodo judío en dirección a España.
I. Prologo
Históricamente, un gran número de cordilleras montañosas del mundo han sido utilizadas como frontera para delimitar territorios y países, convirtiendo la elevación natural del terreno en una barandilla de control. Este hecho ha llevado a que las montañas y sus cuellos se conviertan también en lugares de paso y clandestinidad. Pastores, contrabandistas, proscritos, maquis, militares y bandoleros han servido de estas montañas y de sus pasajes para conseguir sus fines, sean de pastoreo, protección o transgresión. Por otra parte, valles y cuellos se han convertido en lugares de paso para movimientos migratorios motivados por diferentes causas: políticas, sociales, de supervivencia, desastres naturales, comercio, militares o conflictos armados entre otros motivos.
En tiempos de guerra en que el miedo, la escasez y la opresión castiga un pueblo, se han originado desplazamientos masivos. Dos casos muy recientes son el exilio republicano al final de la guerra civil española huyendo de las tropas franquistas hacia Francia (1939) y el éxodo judío durante la segunda guerra mundial huyendo del nazismo hacia España (1940 a 1944).
En tiempos de guerra en que el miedo, la escasez y la opresión castiga un pueblo, se han originado desplazamientos masivos. Dos casos muy recientes son el exilio republicano al final de la guerra civil española huyendo de las tropas franquistas hacia Francia (1939) y el éxodo judío durante la segunda guerra mundial huyendo del nazismo hacia España (1940 a 1944).
II. Caminos del exilio
"Caminos del Exilio" es una propuesta de Turismo de Memoria creada y pensada para recorrer a pie los caminos y pasos fronterizos que siguieron los exiliados republicanos y judíos a su paso por el Pirineo, entre la provincia de Girona y la región francesa del Languedoc-Roussillon.
Partiendo de un eje temático con fuertes connotaciones culturales e históricas, queremos acentuar el carácter lúdico y deportivo de la propuesta facilitando al visitante, el redescubrimiento de los caminos y paisajes naturales con todos sus recursos culturales. Los Pirineos orientales, desde sus altos valles hasta el macizo de la Albera con el mar mediterráneo a sus pies, ofrecen los amantes del patrimonio natural y cultural un sinfín de atractivos bajo la brillante luz del sol Mediterráneo. En este primer trekking circular nos hemos centrado en los pasos transfronterizos entre el valle de Camprodon (Comarca del Ripollès) y Prats de Molló la Preste (Común del Alt Vallespir). Los cuellos más emblemáticos por donde pasaremos son: Coll de Ares, Coll Pregon, Coll de Vernadell y Coll de Malrem.
Partiendo de un eje temático con fuertes connotaciones culturales e históricas, queremos acentuar el carácter lúdico y deportivo de la propuesta facilitando al visitante, el redescubrimiento de los caminos y paisajes naturales con todos sus recursos culturales. Los Pirineos orientales, desde sus altos valles hasta el macizo de la Albera con el mar mediterráneo a sus pies, ofrecen los amantes del patrimonio natural y cultural un sinfín de atractivos bajo la brillante luz del sol Mediterráneo. En este primer trekking circular nos hemos centrado en los pasos transfronterizos entre el valle de Camprodon (Comarca del Ripollès) y Prats de Molló la Preste (Común del Alt Vallespir). Los cuellos más emblemáticos por donde pasaremos son: Coll de Ares, Coll Pregon, Coll de Vernadell y Coll de Malrem.
III. El fin de la guerra civil española y el exilio republicano
El 1 de abril de 1939 terminaba el conflicto bélico que durante tres años había enfrentado franquistas y republicanos. El fin de la contienda generó un éxodo de ciudadanos republicanos. Después de tres años de enfrentamientos entre los franquistas y los republicanos, el 1 de abril de 1939 se daba por terminada la Guerra Civil española. Se iniciaba así la dictadura franquista. En los últimos tiempos de la guerra, antes de la ocupación de Cataluña, medio millón de personas cruzaron la frontera francesa. Para explicarlo recuperamos el artículo 'El gran exilio de 1939', publicado en el número 78 de la revista Sapiens.
I. El gran exilio republicano de 1939
23 de diciembre de 1938. Faltan dos días para que llegue un de las Navidades más tristes que se recuerdan en Cataluña. La guerra, definitivamente, está perdida. El Ejército Popular de la República está deshecho tras la derrota en la batalla del Ebro. La República, la Generalitat, la democracia y la libertad tienen las horas contadas. A pesar de los intentos de la prensa y la radio para levantar la moral, la mayoría de la población ya sólo espera la llegada de los franquistas. Paralelamente, comienza el exilio más traumático de nuestra historia.
El avance de los rebeldes es imparable. Los primeros días de enero de 1939 han conquistado las Borges Blanques, Artesa de Segre y Pons. Las noticias de las primeras poblaciones caídas en manos de los fascistas son alarmantes. Se habla de violaciones, saqueos, asesinatos. Hay miedo, mucho miedo. Y no hay capacidad de contrarrestar el avance. El 14 de enero Tarragona ya está en manos de Franco. Las autoridades gubernativas saben que la derrota final es cuestión de días y planean la retirada. El Gobierno de la Generalitat inicia un largo e ininterrumpido camino hacia el norte del país, hacia la frontera. A Montsolís, el 26 de enero, Compañeros y sus hombres de confianza diseñan el futuro de la institución en el extranjero y el salvamento del patrimonio financiero y de las obras de arte. Todo ello es precipitado. Si bien ya hacía semanas que se vaticinaba la cruda realidad en forma de derrota, el aliento de los soldados enemigos ha provocado que la situación se acelere. Ese mismo día, Barcelona es ocupada. La derrota de la capital del país escenifica el final de una etapa. El éxodo de miles de catalanes y de personas de todo el Estado que habían llegado a Cataluña con el avance de la guerra, coge dimensiones trágicas.
II. Un éxodo sin precedentes
700.000 personas buscando refugio en Cataluña.
Cataluña había sido, en 1938, el destino de miles de ciudadanos españoles. Según las estadísticas más fiables, unas 700.000 personas habrían buscado refugio en tierras catalanas el verano de aquel año. En otoño la cifra llegó al millón de seres humanos, ciudadanos provenientes sobre todo de Andalucía, Castilla y Extremadura, pero también del País Vasco, Asturias, Santander y Aragón. Las oleadas de refugiados españoles que buscaban refugio en la Cataluña republicana tuvo tres fases: la primera, en agosto y septiembre de 1936, con la batalla de Irún, con la huida de miles de ciudadanos vascos; la segunda, entre abril y octubre de 1937, cuando Franco conquistó todo el litoral cantábrico, y la tercera, la primavera de 1938, con el empleo del Alto Aragón.
III. El final de la Batalla del Ebro
Pero con la inminente caída de Cataluña, que se visualizó hacia las postrimerías de la batalla del Ebro, en otoño de 1938, españoles y catalanes comenzaron a mirar hacia Francia. Los caminos que conducían desde el Principado hasta el estado vecino fueron los pasos fronterizos de Cerbère, por la costa; El Pertús, en la carretera de Girona en Perpiñán; el cuello de Ares, en la carretera de Ripoll en Prats de Molló, y Bourg-Madame, en la Cerdanya entre otros. Lo serían durante todos los meses de éxodo. Caminos, en invierno, nevados, casi impracticables, lo que agravó la situación de la gente, hambrienta, enferma, cansada. Hileras de carruajes con familias enteras. Una imagen deplorable que escenificaba un pueblo derrotado. Como escribió Antoni Rovira i Virgili, "cada carro es una familia que se va; cada hilera de carros es una villa que se vacía ". Y, además, bombardeados. Omitiendo cualquier normativa internacional en derechos humanos, la aviación franquista continuó asediando las colas de población civil, mujeres y niños, ancianos y enfermos.
IV. El paso de la frontera francesa
El drama aumentó cuando miles de personas llegaron a la frontera francesa entre finales de 1938 y en enero de 1939 y se encontraron las puertas cerradas. No fue hasta la noche del 27 al 28 de enero cuando las autoridades francesas permitieron la entrada de mujeres y niños. Tres días después lo hicieron los heridos y, finalmente, se permitió el acceso a hombres civiles y militares. El 5 de febrero, por la tarde, unos veinte mil combatientes republicanos, la mayoría heridos, cruzaron los últimos metros que separaban Cataluña del Estado francés. Al otro lado de la frontera, dejaron las armas, una escenificación visual que la guerra ya era historia para todos ellos. Algunos gendarmes también les requisaron lo poco que tenían de valor material: máquinas fotográficas, plumas, anillos ... El 6 de febrero habían pasado por el paso fronterizo de Le Perthus 50.000 soldados. Los últimos lo hicieron antes de las dos de la tarde del día 9. Al cabo de unos minutos, el Ejército fascista llegaba en este punto. A partir de ese momento, cualquier fuga debería ser clandestina, por la montaña y arriesgando la vida. La zona de los Pirineos, definitivamente, estaba controlada por Franco.
I. El gran exilio republicano de 1939
23 de diciembre de 1938. Faltan dos días para que llegue un de las Navidades más tristes que se recuerdan en Cataluña. La guerra, definitivamente, está perdida. El Ejército Popular de la República está deshecho tras la derrota en la batalla del Ebro. La República, la Generalitat, la democracia y la libertad tienen las horas contadas. A pesar de los intentos de la prensa y la radio para levantar la moral, la mayoría de la población ya sólo espera la llegada de los franquistas. Paralelamente, comienza el exilio más traumático de nuestra historia.
El avance de los rebeldes es imparable. Los primeros días de enero de 1939 han conquistado las Borges Blanques, Artesa de Segre y Pons. Las noticias de las primeras poblaciones caídas en manos de los fascistas son alarmantes. Se habla de violaciones, saqueos, asesinatos. Hay miedo, mucho miedo. Y no hay capacidad de contrarrestar el avance. El 14 de enero Tarragona ya está en manos de Franco. Las autoridades gubernativas saben que la derrota final es cuestión de días y planean la retirada. El Gobierno de la Generalitat inicia un largo e ininterrumpido camino hacia el norte del país, hacia la frontera. A Montsolís, el 26 de enero, Compañeros y sus hombres de confianza diseñan el futuro de la institución en el extranjero y el salvamento del patrimonio financiero y de las obras de arte. Todo ello es precipitado. Si bien ya hacía semanas que se vaticinaba la cruda realidad en forma de derrota, el aliento de los soldados enemigos ha provocado que la situación se acelere. Ese mismo día, Barcelona es ocupada. La derrota de la capital del país escenifica el final de una etapa. El éxodo de miles de catalanes y de personas de todo el Estado que habían llegado a Cataluña con el avance de la guerra, coge dimensiones trágicas.
II. Un éxodo sin precedentes
700.000 personas buscando refugio en Cataluña.
Cataluña había sido, en 1938, el destino de miles de ciudadanos españoles. Según las estadísticas más fiables, unas 700.000 personas habrían buscado refugio en tierras catalanas el verano de aquel año. En otoño la cifra llegó al millón de seres humanos, ciudadanos provenientes sobre todo de Andalucía, Castilla y Extremadura, pero también del País Vasco, Asturias, Santander y Aragón. Las oleadas de refugiados españoles que buscaban refugio en la Cataluña republicana tuvo tres fases: la primera, en agosto y septiembre de 1936, con la batalla de Irún, con la huida de miles de ciudadanos vascos; la segunda, entre abril y octubre de 1937, cuando Franco conquistó todo el litoral cantábrico, y la tercera, la primavera de 1938, con el empleo del Alto Aragón.
III. El final de la Batalla del Ebro
Pero con la inminente caída de Cataluña, que se visualizó hacia las postrimerías de la batalla del Ebro, en otoño de 1938, españoles y catalanes comenzaron a mirar hacia Francia. Los caminos que conducían desde el Principado hasta el estado vecino fueron los pasos fronterizos de Cerbère, por la costa; El Pertús, en la carretera de Girona en Perpiñán; el cuello de Ares, en la carretera de Ripoll en Prats de Molló, y Bourg-Madame, en la Cerdanya entre otros. Lo serían durante todos los meses de éxodo. Caminos, en invierno, nevados, casi impracticables, lo que agravó la situación de la gente, hambrienta, enferma, cansada. Hileras de carruajes con familias enteras. Una imagen deplorable que escenificaba un pueblo derrotado. Como escribió Antoni Rovira i Virgili, "cada carro es una familia que se va; cada hilera de carros es una villa que se vacía ". Y, además, bombardeados. Omitiendo cualquier normativa internacional en derechos humanos, la aviación franquista continuó asediando las colas de población civil, mujeres y niños, ancianos y enfermos.
IV. El paso de la frontera francesa
El drama aumentó cuando miles de personas llegaron a la frontera francesa entre finales de 1938 y en enero de 1939 y se encontraron las puertas cerradas. No fue hasta la noche del 27 al 28 de enero cuando las autoridades francesas permitieron la entrada de mujeres y niños. Tres días después lo hicieron los heridos y, finalmente, se permitió el acceso a hombres civiles y militares. El 5 de febrero, por la tarde, unos veinte mil combatientes republicanos, la mayoría heridos, cruzaron los últimos metros que separaban Cataluña del Estado francés. Al otro lado de la frontera, dejaron las armas, una escenificación visual que la guerra ya era historia para todos ellos. Algunos gendarmes también les requisaron lo poco que tenían de valor material: máquinas fotográficas, plumas, anillos ... El 6 de febrero habían pasado por el paso fronterizo de Le Perthus 50.000 soldados. Los últimos lo hicieron antes de las dos de la tarde del día 9. Al cabo de unos minutos, el Ejército fascista llegaba en este punto. A partir de ese momento, cualquier fuga debería ser clandestina, por la montaña y arriesgando la vida. La zona de los Pirineos, definitivamente, estaba controlada por Franco.
IV. El éxodo judío en dirección a España
I. La situación europea
En 1935, tras años de política activa de discriminación del pueblo judío, Alemania adoptó las llamadas leyes de Nuremberg. Estas leyes definían la legalización e institucionalización de la discriminación del pueblo judío y otros colectivos considerados impuros en Alemania. Su objetivo era preservar la pureza de la raza aria impidiendo los contactos entre el pueblo alemán y otros colectivos.
Debido a la discriminación y limitaciones crecientes, muchos judíos comenzaron a dejar Alemania y el resto de países europeos interesados por la ocupación alemana, para ir a buscar otros países donde vivir, trabajar y prosperar.
Antes de la invasión de Polonia, que comenzó el 1 de septiembre de 1939 y dio origen a la Segunda Guerra Mundial, Alemania ya había comenzado la ocupación de territorios: primero Austria y después, Checoslovaquia, Bélgica y Holanda.
La ocupación alemana de estos territorios aceleró el éxodo judío hacia Francia, Estados Unidos, Sudamérica y otros destinos considerados más seguros. Muchos judíos sefardíes se dirigieron a España para acogerse a un decreto de Primo de Rivera, con fecha de 1924, que concedía la ciudadanía española a los judíos sefardíes.
Entre 1939 y 1944, miles de personas cruzaron los Pirineos en dirección a España como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, para huir de los nazis o incorporarse al ejército aliado en el norte de África o Inglaterra. Como ya había pasado a la Primera Guerra Mundial y la Guerra Civil reciente, los Pirineos actuaron como espacio de fuga. Una vez más, la frontera se convirtió en un lugar de refugio, una línea que separaba de la muerte.
Para los refugiados procedentes de los Pirineos franceses, cruzar la frontera significaba quedar fuera de peligro, librarse de la persecución y la detención y, en algunos casos, de una muerte bastante probable. Este flujo humano transfronterizo no se detuvo hasta el verano de 1944, después de la liberación del sur de Francia por parte del ejército aliado. A partir de ese momento y durante varios años, alemanes que no querían caer en manos de los aliados fueron penetrando. En total, prácticamente diez años de paso clandestino por la frontera.
Los Pirineos se convirtieron en las montañas de la libertad, el escenario silencioso de una fuga en busca de nuevos objetivos personales.
II. Huyendo de los nazis
Los refugiados se podían agrupar en dos colectivos grandes en función de las razones que los llevaban a emprender la evasión: Aquellos que querían luchar contra el fascismo al lado del ejército aliado, tanto los ciudadanos de los países ocupados (franceses, belgas , holandeses, polacos ...) como los pilotos abatidos en combate (británicos, estadounidenses y canadienses); y los que huían de la barbarie nazi (judíos de todas las nacionalidades) que tenían la esperanza de poder dirigirse a América, a algunas colonias belgas u holandesas o en Palestina. Entre los refugiados, el contingente más numeroso lo formaban los franceses, con más de la mitad del total de detenidos, seguido por los judíos, que fue el grupo que sufrió con más intensidad las dificultades y las consecuencias de las evasiones. El número total de refugiados que pasaron por España durante la Segunda Guerra Mundial se estima en 80.000. Esta cifra contabiliza tanto los detenidos como los que lograron atravesar la Península Ibérica sin ser descubiertos. El paso de los judíos por la frontera pirenaica fue relevante tanto por el número de personas detenidas como por los casos particulares que se han documentado.
Al estallar la Segunda Guerra Mundial, en septiembre de 1939, comenzó el éxodo de alemanes y austriacos, muchos de ellos judíos, hacia Francia, donde fueron destinados a los mismos campos de concentración que los exiliados españoles habían ocupado meses antes. En los meses siguientes, miles de judíos provenientes de los países que el ejército alemán anexionado (Polonia, Bélgica y Holanda) llegaron a territorio francés cuando huían de los nazis.
En junio de 1940, Alemania también ocupó Francia. De inmediato se dictaron disposiciones con el objetivo de tenerlos localizados y expulsarlos de la administración y la economía. Una ley de octubre de 1940 autorizaba a los prefectos de policía a detener a los judíos que residían en sus departamentos y asignarles un lugar de residencia vigilada, o expulsarlos del territorio francés.
Entre 1940 y 1941, se calcula que unos 40.000 judíos pasaron a la zona libre y se instalaron los departamentos del sur que no se encontraban bajo control alemán. Sin embargo, permaneció en la Francia de Vichy no era garantía de seguridad, ya que se seguían confiscando los bienes de los judíos, se intervienen sus cuentas y se les obligaba a inscribirse en un registro habilitado a cada ayuntamiento.
En 1939 ya comenzaron a llegar a España los primeros judíos de manera esporádica. La mayoría llevaban la documentación en regla para pasar la aduana. La falta de algunos de los requisitos podía significar la detención inmediata y la expulsión.
Cuando apenas comenzaba en 1942, la situación cambió. El 2 de enero se decretó que los judíos que hubieran llegado a Francia después de 1936 se incorporaran a las compañías de trabajadores o fueran internados en centros especiales. Para tal efecto se crearon centros de detención, algunos cercanos a la frontera española.
En julio del mismo año comenzó la persecución de los residentes en el sur de Francia. Entre el 20 de julio y el 5 de agosto, el gobierno de Vichy ordenó no tramitar más visados de salida y se comprometió a extraditar a los judíos en Alemania. Frente a esta situación, aquellos que querían huir sólo tenían dos alternativas: dirigirse a Suiza o España. En ese momento, las falsificaciones de documentación se incrementaron, pero muchos de ellos decidieron evadirse sin papeles. Ante el peligro, movidos por el instinto de supervivencia, muchos judíos decidieron huir a la desesperada, alentados por la aparente proximidad de España y cruzar los Pirineos.
La llegada masiva de judíos en España se concentró en el período comprendido entre octubre de 1942 y enero de 1943. Muchos de ellos aprovecharon sus contactos y su capacidad económica para conseguir cruzar España sin incidencias. El resto tuvo que hacer frente a la dolorosa política de repatriaciones y los problemas que implicaba cruzar los Pirineos con niños y personas de edad avanzada. Una vez en España, las familias solían ser separadas y trasladadas a diferentes centros de acogida.
Fuente: Diputación de Barcelona (www.perseguits.cat).
En 1935, tras años de política activa de discriminación del pueblo judío, Alemania adoptó las llamadas leyes de Nuremberg. Estas leyes definían la legalización e institucionalización de la discriminación del pueblo judío y otros colectivos considerados impuros en Alemania. Su objetivo era preservar la pureza de la raza aria impidiendo los contactos entre el pueblo alemán y otros colectivos.
Debido a la discriminación y limitaciones crecientes, muchos judíos comenzaron a dejar Alemania y el resto de países europeos interesados por la ocupación alemana, para ir a buscar otros países donde vivir, trabajar y prosperar.
Antes de la invasión de Polonia, que comenzó el 1 de septiembre de 1939 y dio origen a la Segunda Guerra Mundial, Alemania ya había comenzado la ocupación de territorios: primero Austria y después, Checoslovaquia, Bélgica y Holanda.
La ocupación alemana de estos territorios aceleró el éxodo judío hacia Francia, Estados Unidos, Sudamérica y otros destinos considerados más seguros. Muchos judíos sefardíes se dirigieron a España para acogerse a un decreto de Primo de Rivera, con fecha de 1924, que concedía la ciudadanía española a los judíos sefardíes.
Entre 1939 y 1944, miles de personas cruzaron los Pirineos en dirección a España como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, para huir de los nazis o incorporarse al ejército aliado en el norte de África o Inglaterra. Como ya había pasado a la Primera Guerra Mundial y la Guerra Civil reciente, los Pirineos actuaron como espacio de fuga. Una vez más, la frontera se convirtió en un lugar de refugio, una línea que separaba de la muerte.
Para los refugiados procedentes de los Pirineos franceses, cruzar la frontera significaba quedar fuera de peligro, librarse de la persecución y la detención y, en algunos casos, de una muerte bastante probable. Este flujo humano transfronterizo no se detuvo hasta el verano de 1944, después de la liberación del sur de Francia por parte del ejército aliado. A partir de ese momento y durante varios años, alemanes que no querían caer en manos de los aliados fueron penetrando. En total, prácticamente diez años de paso clandestino por la frontera.
Los Pirineos se convirtieron en las montañas de la libertad, el escenario silencioso de una fuga en busca de nuevos objetivos personales.
II. Huyendo de los nazis
Los refugiados se podían agrupar en dos colectivos grandes en función de las razones que los llevaban a emprender la evasión: Aquellos que querían luchar contra el fascismo al lado del ejército aliado, tanto los ciudadanos de los países ocupados (franceses, belgas , holandeses, polacos ...) como los pilotos abatidos en combate (británicos, estadounidenses y canadienses); y los que huían de la barbarie nazi (judíos de todas las nacionalidades) que tenían la esperanza de poder dirigirse a América, a algunas colonias belgas u holandesas o en Palestina. Entre los refugiados, el contingente más numeroso lo formaban los franceses, con más de la mitad del total de detenidos, seguido por los judíos, que fue el grupo que sufrió con más intensidad las dificultades y las consecuencias de las evasiones. El número total de refugiados que pasaron por España durante la Segunda Guerra Mundial se estima en 80.000. Esta cifra contabiliza tanto los detenidos como los que lograron atravesar la Península Ibérica sin ser descubiertos. El paso de los judíos por la frontera pirenaica fue relevante tanto por el número de personas detenidas como por los casos particulares que se han documentado.
Al estallar la Segunda Guerra Mundial, en septiembre de 1939, comenzó el éxodo de alemanes y austriacos, muchos de ellos judíos, hacia Francia, donde fueron destinados a los mismos campos de concentración que los exiliados españoles habían ocupado meses antes. En los meses siguientes, miles de judíos provenientes de los países que el ejército alemán anexionado (Polonia, Bélgica y Holanda) llegaron a territorio francés cuando huían de los nazis.
En junio de 1940, Alemania también ocupó Francia. De inmediato se dictaron disposiciones con el objetivo de tenerlos localizados y expulsarlos de la administración y la economía. Una ley de octubre de 1940 autorizaba a los prefectos de policía a detener a los judíos que residían en sus departamentos y asignarles un lugar de residencia vigilada, o expulsarlos del territorio francés.
Entre 1940 y 1941, se calcula que unos 40.000 judíos pasaron a la zona libre y se instalaron los departamentos del sur que no se encontraban bajo control alemán. Sin embargo, permaneció en la Francia de Vichy no era garantía de seguridad, ya que se seguían confiscando los bienes de los judíos, se intervienen sus cuentas y se les obligaba a inscribirse en un registro habilitado a cada ayuntamiento.
En 1939 ya comenzaron a llegar a España los primeros judíos de manera esporádica. La mayoría llevaban la documentación en regla para pasar la aduana. La falta de algunos de los requisitos podía significar la detención inmediata y la expulsión.
Cuando apenas comenzaba en 1942, la situación cambió. El 2 de enero se decretó que los judíos que hubieran llegado a Francia después de 1936 se incorporaran a las compañías de trabajadores o fueran internados en centros especiales. Para tal efecto se crearon centros de detención, algunos cercanos a la frontera española.
En julio del mismo año comenzó la persecución de los residentes en el sur de Francia. Entre el 20 de julio y el 5 de agosto, el gobierno de Vichy ordenó no tramitar más visados de salida y se comprometió a extraditar a los judíos en Alemania. Frente a esta situación, aquellos que querían huir sólo tenían dos alternativas: dirigirse a Suiza o España. En ese momento, las falsificaciones de documentación se incrementaron, pero muchos de ellos decidieron evadirse sin papeles. Ante el peligro, movidos por el instinto de supervivencia, muchos judíos decidieron huir a la desesperada, alentados por la aparente proximidad de España y cruzar los Pirineos.
La llegada masiva de judíos en España se concentró en el período comprendido entre octubre de 1942 y enero de 1943. Muchos de ellos aprovecharon sus contactos y su capacidad económica para conseguir cruzar España sin incidencias. El resto tuvo que hacer frente a la dolorosa política de repatriaciones y los problemas que implicaba cruzar los Pirineos con niños y personas de edad avanzada. Una vez en España, las familias solían ser separadas y trasladadas a diferentes centros de acogida.
Fuente: Diputación de Barcelona (www.perseguits.cat).